Uno: ser veraz
¿Cuáles el secreto para escribir bien? Un buen escritor debe poseer dos importantes cualidades: un buen manejo de la técnica y saber ser veraz. La escritura es ficción, pero una ficción que ha de ser siempre verdadera. Por muy bien escrita que esté una historia, el lector siempre podrá distinguir si es autentica de verás o si el autor nos está embaucando. Si es autentica, el relato nos atrapará desde el principio y no nos dejará sueltos hasta llegar al final. Pero si lo que ocurre dentro de ella, las cosas que le pasan a los personajes, lo que dicen, lo que piensan, no son veraces, nunca logrará conmovernos. El buen escritor ha de ser fiel a lo que cuenta y sobretodo ha de ser fiel a si mismo. Y esa autenticidad correrá en todo momento por las venas de la historia y es lo que finalmente hará que, junto a un estilo personal y un lenguaje adecuado, el relato acabe cautivándonos.
Pero además, para escribir bien hace falta mucha práctica, esfuerzo y ejercicio. Muchos son los trucos, los consejos, las sugerencias que los escritores hacen a quien desea aprender a escribir. En este apartado conoceremos los habitos mas frecuentes de los escritores, su disciplina, o su falta de ella, sus manias y constumbres, sus horarios, sus ritmos de trabajo, la manera en que les llega la inspiración, o la manera en que se comportan cuando esta no les llega. Hablaremos de como se informan y documentan, como construyen sus tramas y personajes, como corrigen sus novelas. Adentrarnos en algunos de los habitos y anécdotas de los escritores mas reconocidos nos ayudará a conocer mejor los secretos de la escritura. Porque cualquiera de nosotros puede llegar a ser capaz de escribir una buena historia, si se lo propone. Solo hay que ser sincero, dominar la técnica y adquirir mucha disciplina.
Dos: Ponerse a escribir
Enrique Vila Matas cuenta que un dia Margarite Duras le dio un consejo para ser escritor. “Lo único que debes hacer –le dijo– es ponerte a escribir”. Un consejo muy saludable ya que muchas veces los escritores pasan horas, días y meses enteros hablando de la necesidad de escribir, sin que nunca se pongan a hacerlo realmente. Es ese empujoncito amistoso el que muchas veces hace falta para que la voluntad de escribir deje de ser una mera declaración de intenciones y se ponga en práctica.
La escritora Nan Macarthy, asegura que para escribir un libro lo principal es tener “el culo pegado a una silla”. Es decir lo mismo pero de una manera más rotunda. Al fin y al cabo, lo que hace el escritor no es más que eso, sentarse en una silla y ponerse a escribir. Lo que cuenta es ese acto nítido y puro en el que el escritor, colocado frente a una pagina en blanco, se enfrenta a solas con su imaginación. Algunos lo hacen de un modo riguroso y exhaustivo. Tienen un horario, y una disciplina propia. Otros son más perezosos y escriben solo cuando se les ocurre, y pueden pasarse meses enteros sin escribir una línea hasta que de pronto les viene el “fogonazo”, la inspiración, esa musa que acude de repente a su cabeza en forma de personaje, de suceso, de lugar o situación, y se sientan a escribir páginas y páginas enteras sin ninguna interrupción. Y hay también quien escribe a todas horas de forma copiosa y caótica, como un enloquecido, en cualquier sitio, a cualquier hora, de cualquier modo, sobre una servilleta, sobre un paquete de cerillas o en el lado trasero de una factura que lleva en el bolsillo. Sea como sea la hora y la forma en la que se escriba, lo importante es solo eso, pasar a la acción, sentarse en una silla y ponerse a escribir.
Tres: Escribir mucho
¿Qué decir del número de palabras, párrafos, páginas o novelas que se escriben? ¿Es mejor quien escribe mucho o quien escribe poco? ¿Existe alguna meta, alguna referencia, algún ritmo, alguna medida a la que debamos acudir para dirigir nuestro método? Ninguna. Hay escritores geniales que tan solo han escrito unos pocos libros en su vida y otros que han escrito a cientos. Aunque siempre es una buena norma elegir la calidad y contenido frente al número.
Cuenta una anécdota que Alfred Hitchkock llamó por teléfono a George Simenon, uno de los escritores mas prolíficos que se conocen, y le dijo:
–Quisiera hablar con George Simenon
–Un momento…Lo siento, acaba de empezar una novela.
–Bueno. Espero…
Tiene gracia pero la anécdota pone en evidencia la rotunda rapidez de este autor: Simenon parece que escribía rápido, pero con mucha disciplina. Tardaba ocho dias en escribir una novela, a razón de dos horas diarias, de 6.30 a 8.30, y sólo empleaba tres días más para revisarla. Puede que sea tan exagerado como poco recomendable para el escritor que empieza. Pero lo que es cierto es que en toda su vida escribió cientos de títulos tanto de las aventuras de su famoso detective, como de otras novelas y en todas ellas siempre demostró un estilo exquisito.
Sea la que sea la cantidad final de relatos o novelas que se escriban, lo importante es escribir mucho, es decir trabajar lo más posible. Sólo si se trabaja y se escribe mucho, se pueden conseguir grandes resultados. De calidad, sobre todo, no de cantidad.
Cuatro: Ser escritor
¿Como saber que somos escritores? ¿Como saber que por nuestras venas corre el oficio de escribir? Esa certeza puede aparecer como una convicción muy temprana o puede surgir de una manera fortuita y tardía. Muchos escritores solo han llegado a ser escritores verdaderos cuando se han quitado su máscara y han reconducido su vida en una nueva dirección, la de ser escritor. A veces esa vocación viene por sorpresa, o fruto de períodos de hondo sufrimiento, de miseria, de penuria o agonia. Otras se va cultivando a lo largo de la infancia, o incluso viene de forma totalmente inexplicable o anodina.
Ser escritor no tiene nada de especial. Es una necesidad de plasmar ideas y sucesos sobre un papel, que puede llegar a ser tan enfermiza como el que está poseído por una adicción. Muchos escritores confiesan que escriben por necesidad, por una imperiosa fuerza que no pueden reprimir. Y explican esa necesidad como una fuerza convulsiva que cuanto más se estimula, más vigorosa es. En otros casos puede llegar a ser un oficio rutinario.
Jack London tomó la gran decisión de su vida, buscando oro en la Klondike. Allí protegido del frio invernal en una cabaña en medio del desierto helado, tuvo la intuición súbita de convertirse en escritor. Tambien William Falkner, dicen, escribió en tan solo seis semanas, una de sus primeras obras, "Santuario", la que lo consagró como escritor, trabajando junto a una caldera de carbón, que él mismo alimentaba. Robert Louis Steavenson, sin embargo, ya desde pequeño, concibió muy pronto la idea de ser escritor. Su niñez escocesa estuvo siempre rodeada de cuentos, historias de barcos, posadas, caminos, viejos marineros y aventuras oceánicas, que exaltaron la imaginación del escritor.
Cinco: La voz del escritor
La actividad de narrar, desde sus orígenes, tiene mucho de experiencia auditiva. Las narraciones y gestas se narraban de forma oral, se cantaban y declamaban en público para que la gente las escuchara por las calles y las plazas. La voz del narrador quedó más tarde impresa, con la llegada de la escritura, en distintos soportes, piedra, papiro, pergamino, papel, pero no ha dejado nunca de tener ese carácter sonoro. En la escritura y la lectura, sigue existiendo la voz de un narrador que nos cuenta una historia. La tarea del escritor es la de ser capaz de dar personalidad a esa voz, dotarle de una tonalidad concreta, que el lector pueda reconocer, algo que tiene que ver con el estilo con el que se escribe la historia. Es importante para el escritor, saber que los lectores leen, pero también escuchan la voz de quien les narra y la de sus personajes, de un modo muy íntimo y acentuado. La experiencia literaria tiene mucho de pulsión auditiva. Un buen escritor y un buen lector, puede que tengan, un oído muy sensible.
Es por esa razón que muchos escritores afirman que una parte de su inspiración tiene mucho que ver con el oído. José Luis Sampedro, uno de esos escritores que se admiran por su honestidad a la hora de escribir, afirma que buena parte de los pasajes con más belleza formal, los escribió gracias no a un escrutinio intelectual, sino “a la intensidad del momento y su buen oído”. Antonio Muñoz Molina, un autor con un gran sentido musical, decía que lo que buscamos es “escuchar una voz o una sucesión de voces que se entrelacen en nuestra imaginación como los sonidos de la música. Simétricamente la tarea del escritor es encontrar la suya y aprender a usarla, y también oir las voces de los otros y hacer que suenen las palabras de sus personajes…el novelista es una voz que se disuelve en muchas voces y se detiene a escucharlas todas para distinguir la única que es la suya”.
Artículo de Javier Ruiz Núñez
1 comentario:
Hola amiga aqui e nuevo leyendo lo q has puesto para aprender te felicito el taller esta de lujo lo q lei hoy me ha hecho ver muchas cosas ya q eres muy realista y ese empujoncito es el q nos da la confianza en si mismo y nos ayuda a seguir adelante bueo te dejo este peque;o mensajito y a la ves como siempre dejandote muchos triunfos abrazos y bendiciones...
Hilcías.
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