Cartas a un joven poeta
Raine María Rilke (1875 – 1926) ha sido el poeta de la soledad. Quiero decir con esto que su ruta poética ha estado determinada por esa búsqueda. En soledad, según este poeta, sucederían, entonces, los más importantes desarrollos del ser. Cara manera, sin duda.
Ante este señalamiento, merece detenerse en dos poetas que habrían tomado la ruta de la soledad como trabajo interior. Es por una parte el caso de Jaime Saenz, quien afirma, en el poema La Noche, que hay que recogerse al espacio del cuerpo, “[…] en el espacio de tu cuerpo, del que tú eres el soberano absoluto, puedes pararte de cabeza y hacer y deshacer, y transitar tranquilamente, […]” . Esto podría señalar una coincidencia con la búsqueda rilkiana, sin embargo, es oportuna una precisión, más adelante, en el mismo poema, Saenz dice: “En todo caso, tu morada, tu ciudad, tu noche y tu mundo, se reducen a tu cuerpo; / y quien lo habita no eres tú, sino el cuerpo de tu cuerpo.” ¡Dos cuerpos! Situación que abre la posibilidad de que a pesar de estar separados de las multitudes podemos estar acompañados. Asunto sin duda caro a Antonio Porchia, quien cuando se despedía de las personas decía: “Acompáñate” [1], en clara alusión a la compañía que podría existir dentro del cuerpo, o sea el cuerpo del cuerpo. Dicho en otras palabras del alma. ¡Qué hay pues más aterrador que el desalmado, qué más triste que un cuerpo deshabitado!
Muy interesantes pues las enseñanzas de estos poetas, vivir en soledad sería vivir acompañado. Y que mejor que estar acompañado cuando me acerco a los demás, qué mejor que, si al acercar mi soledad, sea una soledad acompañada (la maravilla de la iluminación interior), rica en profundidades y no en desesperaciones. Y no por eso hay que dejar de visitar el Tártaro interior (del que el mismo Porchia nos dice "A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad"). Alguien que ha visitado los abismos, acompañado, es el caso de Dante Aligheri –maestro venerado- que supo cruzar los infiernos, acaso reflejo de los propios, en compañía.
Esto para referirme a las actividades humanas. Todos tenemos una profesión, arte u oficio que nos sirve para ganarnos la vida. Y que en algunos casos hace de tortura del artista o poeta. He querido copiar, pues, dos de los últimos párrafos de “Cartas a un joven poeta” de Rilke, que hablan de este asunto, y que acaso sean de utilidad para algún lector necesitado:
[…]
El arte mismo no es más que una forma de vivir, y puede uno prepararse para él viviendo de cualquier manera, sin saberlo.
En toda realidad se está más cerca del arte de lo que están las profesiones irreales, seudoartísticas, las cuales, dándonos la ilusión de hallarnos cerca, prácticamente niegan la existencia de todo arte y lo dañan, como por ejemplo lo hacen el periodismo en pleno, y casi toda la crítica y las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura.
Raine María Rilke
Carta a Kappus (militar de profesión)
París, día siguiente a la Navidad, 1908
Y para concluir, deseo compartir con ustedes tres poemas de este poeta extraordinario:
Soledad
La soledad es como esas lluvias
que, subiendo del mar, avanzan por la noche.
De las llanuras va, lejanas y perdidas,
al cielo que siempre la contiene.
Y del cielo cae sobre la ciudad.
La soledad llueve en horas indecisas:
cuando, hacia el amanecer, se vuelven nuevas las calles,
cuando los cuerpos agotados de desprecios
se separan, tristes e insaciados,
y los hombres que se odian
deben acostarse en la misma cama:
entonces la soledad deriva al hilo de los ríos…
Cara al cielo
Siempre –aun cuando conozcamos el amor y su paisaje
y el pequeño cementerio, con sus nombres quejumbrosos
y el mudo abismo donde terminan los otros: -
siempre seguimos viniendo de dos en dos
a yacer bajo los viejos árboles
entre las flores y cara al cielo.
Epitafio
Compuesto por Rilke
para su propia tumba.
Rosa, ¡oh pura contradicción! voluptuosidad de no ser
el sueño de nadie bajo tantos párpados.
Traducción: A. Hurtado Giol
[1] Una imagen imborrable aportada por Roberto Juarroz: "Sólo a él le he escuchado la singular frase con que siempre nos despedía: Traten de estar bien. Era casi un pedido, algo así como una apelación infinitamente tierna y delicada: un llamado a nuestra posibilidad de ser a pesar de todo. Era como si nos recomendase: Hagan también lo posible, aunque persigan lo imposible. Y a veces agregaba una exhortación conmovedora, que sintetizaba de algún modo su mejor deseo y una recóndita nostalgia: Acompáñense".
Raine María Rilke (1875 – 1926) ha sido el poeta de la soledad. Quiero decir con esto que su ruta poética ha estado determinada por esa búsqueda. En soledad, según este poeta, sucederían, entonces, los más importantes desarrollos del ser. Cara manera, sin duda.
Ante este señalamiento, merece detenerse en dos poetas que habrían tomado la ruta de la soledad como trabajo interior. Es por una parte el caso de Jaime Saenz, quien afirma, en el poema La Noche, que hay que recogerse al espacio del cuerpo, “[…] en el espacio de tu cuerpo, del que tú eres el soberano absoluto, puedes pararte de cabeza y hacer y deshacer, y transitar tranquilamente, […]” . Esto podría señalar una coincidencia con la búsqueda rilkiana, sin embargo, es oportuna una precisión, más adelante, en el mismo poema, Saenz dice: “En todo caso, tu morada, tu ciudad, tu noche y tu mundo, se reducen a tu cuerpo; / y quien lo habita no eres tú, sino el cuerpo de tu cuerpo.” ¡Dos cuerpos! Situación que abre la posibilidad de que a pesar de estar separados de las multitudes podemos estar acompañados. Asunto sin duda caro a Antonio Porchia, quien cuando se despedía de las personas decía: “Acompáñate” [1], en clara alusión a la compañía que podría existir dentro del cuerpo, o sea el cuerpo del cuerpo. Dicho en otras palabras del alma. ¡Qué hay pues más aterrador que el desalmado, qué más triste que un cuerpo deshabitado!
Muy interesantes pues las enseñanzas de estos poetas, vivir en soledad sería vivir acompañado. Y que mejor que estar acompañado cuando me acerco a los demás, qué mejor que, si al acercar mi soledad, sea una soledad acompañada (la maravilla de la iluminación interior), rica en profundidades y no en desesperaciones. Y no por eso hay que dejar de visitar el Tártaro interior (del que el mismo Porchia nos dice "A veces de noche, enciendo la luz para no ver mi propia oscuridad"). Alguien que ha visitado los abismos, acompañado, es el caso de Dante Aligheri –maestro venerado- que supo cruzar los infiernos, acaso reflejo de los propios, en compañía.
Esto para referirme a las actividades humanas. Todos tenemos una profesión, arte u oficio que nos sirve para ganarnos la vida. Y que en algunos casos hace de tortura del artista o poeta. He querido copiar, pues, dos de los últimos párrafos de “Cartas a un joven poeta” de Rilke, que hablan de este asunto, y que acaso sean de utilidad para algún lector necesitado:
[…]
El arte mismo no es más que una forma de vivir, y puede uno prepararse para él viviendo de cualquier manera, sin saberlo.
En toda realidad se está más cerca del arte de lo que están las profesiones irreales, seudoartísticas, las cuales, dándonos la ilusión de hallarnos cerca, prácticamente niegan la existencia de todo arte y lo dañan, como por ejemplo lo hacen el periodismo en pleno, y casi toda la crítica y las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura.
Raine María Rilke
Carta a Kappus (militar de profesión)
París, día siguiente a la Navidad, 1908
Y para concluir, deseo compartir con ustedes tres poemas de este poeta extraordinario:
Soledad
La soledad es como esas lluvias
que, subiendo del mar, avanzan por la noche.
De las llanuras va, lejanas y perdidas,
al cielo que siempre la contiene.
Y del cielo cae sobre la ciudad.
La soledad llueve en horas indecisas:
cuando, hacia el amanecer, se vuelven nuevas las calles,
cuando los cuerpos agotados de desprecios
se separan, tristes e insaciados,
y los hombres que se odian
deben acostarse en la misma cama:
entonces la soledad deriva al hilo de los ríos…
Cara al cielo
Siempre –aun cuando conozcamos el amor y su paisaje
y el pequeño cementerio, con sus nombres quejumbrosos
y el mudo abismo donde terminan los otros: -
siempre seguimos viniendo de dos en dos
a yacer bajo los viejos árboles
entre las flores y cara al cielo.
Epitafio
Compuesto por Rilke
para su propia tumba.
Rosa, ¡oh pura contradicción! voluptuosidad de no ser
el sueño de nadie bajo tantos párpados.
Traducción: A. Hurtado Giol
[1] Una imagen imborrable aportada por Roberto Juarroz: "Sólo a él le he escuchado la singular frase con que siempre nos despedía: Traten de estar bien. Era casi un pedido, algo así como una apelación infinitamente tierna y delicada: un llamado a nuestra posibilidad de ser a pesar de todo. Era como si nos recomendase: Hagan también lo posible, aunque persigan lo imposible. Y a veces agregaba una exhortación conmovedora, que sintetizaba de algún modo su mejor deseo y una recóndita nostalgia: Acompáñense".
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